sábado

DINERO DE SANGRE

Los cálculos de que la actitud de los controladores pueda producir daños a la economía por valor de 400, 500 o 600 millones de euros asombran menos si pensamos que las (minúsculas) pérdidas retributivas de esos mismos controladores han podido suponer un ahorro de 250 millones. Lo que no se va en lágrimas se va en suspiros. Los dramas personales no alteran el PIB.

Si finalmente el gobierno acordara la declaración del estado de alarma, unos pocos controladores serían llevados ante la justicia. Quedarían de inmediato en libertad y, salvo las horas de detención para instruir diligencias en las comisarías, poco sabrían de lo que es la miseria a la que ellos han condenado a docenas de miles de personas.

Es posible que el gobierno lo haya hecho mal. Muy mal. Y que todas las felonias cometidas en defensa de prerrogativas y privilegios queden impunes.

Que los gobiernos de la España democrática no hayan sido capaces de dimensionar el número de controladores que necesita el país -como tampoco han sabido los anestesistas, los pediatras, los traumatólogos o jueces que tenían que formarse- debe hacernos reflexionar sobre si los españoles hemos acertado a orientar el futuro de esta tierra o nos hemos sometido a una clase -la política- tan privilegiada y alejada de la realidad española como este colectivo de controladores que, hagan lo que hagan, mucho es de temer que han de quedar impunes. Como los otros.

Este país lleva demasiado tiempo consintiendo y admirando el dinero manchado, conseguido a base de negocios poco claros, especulaciones orientadas, injusticias bochornosas, prerrogativas fomentadas, núcleos que acaparación masiva de dinero que no generan riqueza alguna.

Cuentan que Tiffany's fue la primera empresa de joyería de gran nivel que se negó a comerciar con diamantes de sangre hace más de cien años.

¡Cuánta decencia tenemos todavía que llevar a la vida pública y económica de este país!

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